GIESA PATRIMONIO EN PELIGRO Artículo de Josi Sauca

Documento de Josi Sauca, para informar, ante la inminente intervención del ayuntamiento en la Giesa, sobre la importancia que tiene este edificio y su repercusión sobre su entorno en el Barrio Las Fuentes. Dividido en tres partes para su publicación y difusión:

GIESA UN PATRIMONIO DE MONTEMOLÍN EN PELIGRO I : JOAQUIN GUIRAL Y MONTEMOLÍN

Cuando en 1939, el emprendedor Joaquín Guiral Palacio (1889-1950), recién acabada la guerra, habla con el arquitecto Miguel Ángel Navarro Pérez sobre la posibilidad de sacar su negocio (GUIRAL INDUSTRIAS ELÉCTRICAS S. A.- GIESA-) del vetusto taller que se localiza en el Camino de San José nº 32 al lado de las hermanitas de los pobres, no solo planteaba una ampliación de su fructífero negocio sino modificar una amplia zona del este de la carretera del Bajo Aragón.

Por aquella época todavía se mantenía la idea de crear un complejo industrial en cuyos alrededores vivieran también los obreros de las fábricas, pero Guiral iba más allá, quería urbanizar los terrenos del viejo barrio de Montemolín en donde desarrollar una nueva Zaragoza industrial con sus viviendas y servicios, ya intuía el futuro desarrollo de la ciudad a pesar de estar la nación resquebrajada por la guerra.

Para su nueva fábrica necesitaba una gran superficie de terreno que le ofreció el barrio de Montemolín o del Bajo Aragón, un barrio con una importante infraestructura que favorecía su potencial industrial: estaciones cercanas (Utrillas y Miraflores), suficiente potencia eléctrica, línea de tranvía, tradición industrial metalúrgica (fundiciones Bautista), y un ayuntamiento dispuesto a facilitar su implantación en un momento complicado de la destruida economía nacional.

La perspectiva urbana que tuvo Joaquín Guiral de la zona trascendía la simple localización de la fábrica, esta visión de futuro fue apoyada por el arquitecto Miguel Angel Navarro Pérez, (ayudado por su hijo José Luis Navarro Anguela), artífices de la urbanización de la zona entre 1941 y 1942 y del proyecto de la fábrica. Por aquel entonces la carretera del Bajo Aragón iba en paralelo con la terraza del Ebro, disponía de unos metros en altura en su margen izquierda que era por donde iba la calzada, pero a su lado, a unos pocos metros,   acababa en un continuo talud que bajaba a unos terrenos en donde las crecidas del río los anegaba cada año, esta morfología no favorecía su urbanización.

Guiral adquirió la finca de Villa Asunción en 1942, (Palacio de Larrínaga y el amplio terreno que le rodeaba), para la instalación de su industria, pero además compró los campos traseros lindantes que llegaban hasta el final de la calle Fillas ( actual calle Francisco de Quevedo, por aquel entonces era un simple camino); por el lado contrario, adquirió los terrenos aledaños a Larrinaga hasta los campos que provenían de la acequia del camino del junco y que llegaba a la torre Aroz (actual nueva calle de GIESA). La mayoría de esta zona eran terrenos elevados de la todavía denominada carretera del Bajo Aragón, (futuro prolongación de Miguel Servet), pero además tuvieron el atrevimiento de urbanizar todas las zonas bajas de la acequia de la Filla, (actual Calle María de Aragón), ya que por aquel entonces eran los terrenos inundables del Ebro, tal y como he citado anteriormente, que solo servían para pasto de las vaquerías cercanas.

La parcelación de polígonos y su venta favorecían la financiación de su nueva fábrica, (aunque sabía que tendría pocos compradores en ese difícil momento económico); dividió en manzanas tanto las fincas que se ubicaban en la misma orilla de Miguel Servet como los terrenos bajos de la acequia de la Filla. Guiral sabía que poco a poco estos terrenos se rellenarían ganando altura al Ebro por eso eran más baratos. Poco a poco fueron surgiendo compradores entre 1945 y 1955 (aunque ya fallecido D. Joaquín): Tranvías, Marianistas, Harineras Azón, Celulosa Fábril (CEFA), que fueron configurando un nuevo barrio donde se respetaron las 21 manzanas que parceló.

El cierre de la granja agrícola en 1943 le dará nuevas ideas para seguir urbanizando Montemolín. Joaquín Guiral retoma la inicial idea proyectada de crear mil viviendas “baratas” en el barrio, sobre un proyecto de José de Yarza, que no había sido aceptado en su original propuesta urbanizadora de 1941. El Ayuntamiento veía que la zona tenía la suficiente capacidad de transporte y cercanía al centro de la ciudad para los trabajadores de las fábricas del barrio, no consideraba necesario construir vivienda social en unos buenos terrenos para la industria. No obstante, consiguió que se proyectaran en un solar de la fábrica, pasado el palacio de Larrinaga (calle Paulino Savirón), varios bloques de viviendas para sus trabajadores, pero esta obra se inició en 1955 y el empresario no llegó a verla pues había fallecido unos años antes.

Como veremos, la GIESA está en la misma categoría que los otros grandes edificios de Montemolín, falta realizar un estudio biográfico más exhaustivo de D. Joaquin Guiral Palacio, pero lo que no hay duda es que con sus iniciativas transformó el barrio de una manera coherente y organizada.

GIESA UN PATRIMONIO DE MONTEMOLÍN EN PELIGRO II: MIGUEL ÁNGEL NAVARRO Y LA FÁBRICA. EL TRIUNFO DE LO SENCILLO.

La fábrica se construyó entre 1942 y 1945, proyectada por Miguel Ángel Navarro Pérez (1883-1956), hijo de también arquitecto Felix Navarro que a su vez había sido el creador del Palacio de Larrrinaga en 1901. La parcelación y proximidad del palacio encargada por Guiral le recordaría, cuando acompañara de joven a su padre por Montemolín, haciendo sus primeros escarceos en la arquitectura.

Miguel Ángel Navarro era un arquitecto avezado, con una buena formación, culto y atrevido que vivió las grandes corrientes artísticas de la era industrial. De su mano se diseñaron trabajos que modificaron el urbanismo de Zaragoza, ciudad en donde llegó a ser primer teniente de alcalde: (cubrimiento del río Huerva, planificó el parque del Cabezo (puente y base del monumento del Batallador). Coqueteó con varios estilos arquitectónicos que han dejado huella en edificios emblemáticos de nuestra ciudad, entre otros, la casa Solans, el mercado de pescados, el grupo escolar Joaquín Costa, o el proyecto industrial de la TUDOR. Por su diversidad no se le puede definir como un arquitecto de un solo estilo, fue capaz de trabajar el modernismo, el eclecticismo o el racionalismo. Podemos afirmar que Miguel Angel Navarro ha sido uno de los grandísimos arquitectos que ha tenido Zaragoza.

El racionalismo, como su nombre indica, buscaba una arquitectura basada en la razón, en líneas simples y con formas sencillas, en donde los volúmenes geométricos se adaptaban a las necesidades funcionales del edificio o construcción. Se puede calificar la GIESA como un edificio de estilo racionalista con toques eclécticos, aunque sea de los últimos edificios de estas características en Zaragoza, (algunos historiadores del arte llaman a este uso tardío “Neorracionalismo”).

Los terrenos destinados a albergar la fábrica de la GIESA ocupaban la zona central urbanizada de Villa Asunción, junto al palacio de Larrinaga. Navarro, la entendía como un todo, una estructura con vida donde la piel era sus fachadas y sus órganos vitales estaban en su interior, perfectamente calibrados y organizados, a la vez que pensando en el éxito, el espacio preveía el crecimiento futuro.

Junto a la misma carretera del Bajo Aragón, en el kilómetro 2, reservó unos buenos terrenos sin edificar ubicando el espacio fabril por detrás de éstos. La fachada se extendía en una nueva calle paralela a la carretera, (actual San Joaquín), proyectando dos nuevas calles que cerraban sus laterales; por la parte trasera o norte, su límite era la acequia la Filla que también fue usada como vertedero.

El complejo industrial se concibió en dos zonas: un edificio principal con naves industriales integradas en donde se realizaría el montaje y ensayo de los ascensores, y otra zona trasera en donde se encontraban varios edificios y estructuras con diversa función de almacenaje, carpintería, metalurgia de piezas sueltas y de servicios a la producción . El terreno elegido para la ubicación de la factoría estaba seccionado por el talud de la terraza del Ebro, este desnivel favoreció que en su ala izquierda se construyera el edificio lateral con más pisos ya que arrancaba bastantes metros por debajo del nivel de la fachada principal. Unido a esta ala se levantó un edificio anexo junto con un gran foso, era la cota más baja de la fábrica, con el paso de los años esta zona se fue colmatando aunque sin llegar al nivel de la calle principal (actual San Joaquín).

Miguel Ángel Navarro aportó detalles que lo hicieron una auténtica obra patrimonial y original para la ciudad de Zaragoza: el edificio principal lo dividió en tres zonas en forma de “U”, y en el interior de esta estructura se construyeron las naves industriales en forma de shed, (dientes de sierra), creando un gran rectángulo fabril. En esta arquitectura aplicó importantes novedades constructivas: el arquitecto combinaba el hormigón en bloques sobre estructuras de hormigón armado, (esta técnica no era habitual en la construcción de grandes edificios en España, aunque Navarro ya la había utilizado en el puente del parque del Cabezo); también adaptó las naves de una manera original y creativa al uso específico de la producción de ascensores, insertó un gran puente-grúa en una nave que facilitaba el desplazamiento de grandes materiales dentro del recinto, las vías del tren eran capaces de penetrar hasta el mismo corazón de la fábrica, las cubiertas de las naves se realizaron con un innovador sistema de viguetas, tirantes y correas que ganaban en limpieza, ventilación y altura. Por último, destacar que los tejados del complejo industrial combinaban planchas metálicas de las naves con la teja tradicional del principal edificio.

Toda la fábrica está orientada hacia el sur para aprovechar la luz solar, esta circunstancia se refuerza especialmente en la disposición de vanos del edificio principal. A la sobria decoración racionalista de la GIESA, Navarro da un toque decorativo con amplios y reiterados ventanales, todos enmarcados en ladrillo, a su vez, el arquitecto, aporta elementos que recuerda el viejo arte de los palacios renacentistas aragoneses: el detalle decorativo de los ladrillos anteriormente citados, la reiteración de ventanales bajo el tejado que nos recuerda las galerías de arquillos, una gran portada monumental en arco de medio punto profusamente decorada con elementos metálicos, el uso de las tejas árabes, o una torre de seis pisos en la esquina de la fabrica que rompe verticalmente la estructura cúbica del conjunto industrial racionalista,   todos estas decoraciones y materiales dan un aire muy personal al edificio.

Por último la modernidad de Joaquín Guiral en la concepción de la empresa, la supo aplicar Navarro al incluir en sus instalaciones zonas y elementos ajenos a la producción de ascensores, pero que eran de igual importancia para desarrollar su negocio: salas para exposiciones y juntas (con preciosas decoraciones en sus techos), salas para conferencias y de formación (además con una escuela de aprendices), campos deportivos, economato, servicios sanitarios (de ambos sexos) y viviendas para encargados y vigilante.

Adjunto el link del artículo que se publicó en 1944 en la Revista Nacional de Arquitectura sobre la original fábrica que nos muestra planos en detalle:

http://www.coam.org/media/Default%20Files/fundacion/biblioteca/revista-arquitectura-100/1941-1946/docs/revista-articulos/revista-nacional-arquitectura-1944-n30-pag225-230.pdf

GIESA UN PATRIMONIO DE MONTEMOLÍN EN PELIGRO III: REPERCUSIONES Y OPORTUNIDAD PARA EL BARRIO

Además de su aportación al patrimonio artístico e industrial de Zaragoza, la GIESA tiene un valor añadido desde el punto de vista histórico y social que de una u otra manera afectó al barrio y a nuestra ciudad. La empresa tuvo un importante patronato: “la hermandad de San Joaquín de Previsión Social de los trabajadores de GIESA”, que realizó una significativa labor en su plantilla con ayudas y servicios para sus empleados y familias, por otro lado, había una innovadora comisión permanente de Seguridad e Higiene para los trabajadores. La GIESA dio trabajo a la mujer desde épocas tempranas, aunque minoritariamente, se encontraban en distintas áreas de la producción y con distintas responsabilidades. El amplio volumen de trabajadores, (durante muchos años fue una de las empresas con más trabajadores de Aragón), y como tal, albergó en la clandestinidad un importante movimiento obrero comunista y de Comisiones Obreras desde los años cincuenta del siglo XX. Por último, las repercusiones de la existencia de la fábrica en el barrio fueron importantes, entre otras, que ese amplio número de trabajadores de la empresa provocó que la línea del tranvía nº 1, (del Bajo Aragón), tuviera una importante capacidad de transporte que benefició a Montemolín conforme la ciudad crecía en otras direcciones, a su vez, la GIESA realizó un importante efecto llamada a otras empresas que poblaron un potente barrio industrial hasta finales del siglo XX.

Hoy en día la GIESA es solo el esqueleto de un pasado glorioso artístico e industrial. El grave problema que tuvo la arquitectura racionalista es que fue convertida posteriormente en una arquitectura de consumo, sus planteamientos de austeridad, belleza, simpleza, derivaron en que muchos edificios de la España del desarrollismo franquista asumieran estas teorías matando su origen: las calles están formadas de edificios hijos de un “pseudoracionalismo”, muchas casas llenas de ventanas en sus fachadas sin más, paredes limpias anodinas, pisos en bloques geométricos unidos con una sensación de continuidad hacia la nada…, estas estructuras han poblado las calles de los barrios populares de Zaragoza. Por esto es fácil que cuando miramos la GIESA, no vemos un edificio pionero en la arquitectura industrial y en la belleza racionalista, vemos una fábrica anodina como otros muchos edificios de la ciudad, sin sentido y sin valor artístico. Con su deterioro se ve normal el desmantelamiento porque no apreciamos lo que supone para nuestro Patrimonio, ser una de las primeras arquitecturas industriales de Zaragoza cuyo proyecto se logró completar y que todavía se conserva casi intacta.

En una sociedad de consumo, es muy difícil apreciar lo sencillo y bello sin más; acostumbrados a valorar lo exuberante y recargado en todos los sentidos, se nos mete por los ojos lo complejo o estrafalario para consumir porque lo simple no vende. En este sentido, la GIESA, pone un grito en el cielo de Montemolín que nos recuerda la importancia de lo apropiado, de las líneas simples o de la originalidad sin extravagancias. La belleza de lo sencillo.

El éxito de esta construcción es hoy su condena, una de las premisas de la fabrica que Navarro tenía claro era su utilidad industrial para fabricar ascensores, la disposición de la fabrica (hacia el sur para aprovechar la luz), las diversas funciones del edificio principal y de sus naves en shed para la producción, o el aprovechamiento de los niveles del terreno para diversos usos, (entre otras peculiaridades arquitectónicas), provocaron un robusto edificio principal que perduró muchos años en pleno rendimiento. Pero quedaba casi más de dos tercios del terreno con las instalaciones anexas al edifico principal, las del almacenaje y manipulación de los materiales, esta zona perdía su valor   al salir la fábrica fuera del barrio.

Con la urbanización parcial del ayuntamiento y la cesión de los terrenos al consistorio, (2004), se arrasaron y nivelaron toda esa parte trasera de la fábrica llena de vetustos edificios e instalaciones aisladas sin sentido. Hoy se emplazan preciosas casas y andadores de un nuevo Montemolín moderno y acogedor, pero no hay que equivocarse, la utilidad que impera hoy en día en nuestra sociedad y que ha construido en esta zona, cuestiona hasta el mismo edificio protegido que está amenazado por intereses especulativos. No se puede destruir lo que se catalogó y protegió, después de haber sido abandonado por la desidia de los políticos municipales desde hace más de quince años.

Es una aberración que se intente distinguir, dentro de la zona protegida, las naves industriales interiores del edificio principal, todo es importante porque todo es una unidad. El edificio fue arrasado tras su abandono, los tejados de las naves poco a poco amenazan ruina, algún muro y pilar se agrieta, la suciedad ha ido ganando su espacio. Ante una necesaria actuación del ayuntamiento, es importante mantener, (que no arrasar), su original estructura; por supuesto hay que evitar el peligro, limpiar el amianto, conservar, eliminar e higienizar un espacio tan inmenso, queremos que se realice pronto una intervención municipal que arregle estos problemas, pero hoy todo está cambiando.

Con una atrevida ignorancia o intencionalidad, se han metido palas y se ha comenzado a destruir las naves interiores del edificio catalogado. ¿Para qué destruir el corazón de un espacio que no sabemos su futura utilidad? Su ruina tiene una fácil intervención que es menos costosa que la que se está realizando, simplemente es mantener lo catalogado que está en ruina hasta que sepamos su uso definitivo. Es el momento de tomar la palabra los vecinos y decidir qué queremos, trabajar un plan director de servicios con las administraciones sobre la GIESA, semejante espacio municipal trasciende a nuestro barrio. Hemos de tener en cuenta que es un nuevo reto que configurara Montemolín, como lo fue, la estación de Kappa (después Plaza Utrillas), o el antiguo Matadero (Junta Municipal de las Fuentes), es una segunda oportunidad a los ciudadanos zaragozanos que se nos da con la GIESA para disfrutar de estos espacios industriales.

Josi Sauca Modrego

(AV Larrinaga-Montemolín)

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