«La Asociación consiguió que se abriera el Alberto Maestro o hacer el Parque Torre Ramona»

Lourdes y Magdalena, de la asociación de vecinos de Las Fuentes.

Lourdes y Magdalena, de la asociación de vecinos de Las Fuentes.

  • Magdalena, de 89 años, y Lourdes, de 42, comparten su visión de cómo ha evolucionado Las Fuentes en el último medio siglo.

  • La primera llegó al barrio a los nueve años y ha participado de forma activa en la asociación durante treinta; Lourdes nació en el distrito y trabaja en la Fundación El Tranvía.


«Había mucha huerta y una acequia que discurría de un lado al otro del barrio… Ya se habían construido algunas viviendas sociales y teníamos hasta unas lagunas que crecían con el agua del Ebro«. Así recuerda Magdalena Zapater cómo eran Las Fuentes a principios de los años 60, cuando se trasladó desde Torrero tras haber quedado huérfana en la Guerra Civil y después de haber pasado por un auspicio.

A sus 89 años (sonríe al recordar que tiene once meses más por delante antes de cumplir los 90), es una de las veteranas de la asociación de vecinos de Las Fuentes. Su mirada brilla de orgullo cuando rememora los inicios de la entidad vecinal. «Todo empezó porque querían construir una gasolinera en una plaza en medio del barrio. Los vecinos se opusieron, protestaron, salieron a la calle y al final lograron evitarlo. Todo aquel movimiento ha servido luego para hacer grandes mejoras en el barrio», explica sonriendo mientras busca la complicidad de su compañera de tertulia. Sentada a su lado, en una acogedora salita de la Fundación El Tranvía, Lourdes Biescas le devuelve la sonrisa.

Es una de las más jóvenes de la asociación. Nació hace 42 años en Las Fuentes y ahora trabaja en la propia Fundación, en el área infantil. A pesar de la diferencia de edad, también recuerda algunas de las anécdotas que apunta Magdalena. «De lo que más me acuerdo es de las fiestas del barrio. De pequeña me encantaban: había baile, verbena, y lo recuerdo con mucha gente. Eran muy diferentes a lo que hay ahora», dice. «El baile estaba justo aquí detrás (al lado del Grupo Tranviarios, donde está la Fundación hoy en día). Hacían hasta concursos. De pronto llamaban por megafonía: ¡La primera persona que salga con un sombrero se lleva algo! Nos lo pasábamos muy bien», constata Magdalena.

De un barrio familiar a un gran distrito

«La mayoría del entorno nos conocíamos todos. No había tanto miedo. Nos dejaban salir a jugar a la calle…», añade Lourdes. En los años 60, Las Fuentes estaba constituida casi por cuatro manzanas. A lo largo de los años siguientes explotó el urbanismo, comenzaron a crecer bloques de viviendas y la huerta fue poco a poco perdiendo terreno.

El nacimiento de la asociación coincidió con una ligera flexibilización en los requisitos que imponía por entonces el régimen político. En el año 1973 se constituyó como Cabezas de Familia y dos años después se creó oficialmente como entidad vecinal. «Cada vez que había una reunión teníamos que solicitar permisos y, aunque lo habitual era que te los dieran, nunca estabas seguro del todo», recuerda Magdalena.

Desde entonces ha llovido mucho… Y la asociación vecinal ha crecido y se ha convertido junto a la Fundación el Tranvía en un punto de convergencia de las políticas dinamizadoras en el barrio. «Yo tengo el número 212 de socia», confirma Magdalena. Lourdes, que se asoció hace unos años, tiene «el dos mil y pico». A pesar de la distancia, ambas comparten una singular atracción por la labor vecinal.

«Muchas de las cosas que se han hecho en Las Fuentes existen gracias a esta asociación», insiste Magdalena. «Y a sus voluntarios», apostilla Lourdes. «Por ejemplo, cuando construyeron el Alberto Maestro, lo acabaron y lo dejaron cerrado. Los vecinos consiguieron que se abriera y se pusiera en marcha. Pero se ha hecho mucho más. El Parque Torre Ramona existe gracias a la asociación de vecinos; nosotros le pedimos el parque a la concejala de entonces y ella se comprometió a crearlo. Y así fue», recuerda la más veterana. Lourdes asiente. «Para hacer el ambulatorio de Las Fuentes Norte se fueron Luis y otros vecinos al terreno con una pancarta a exigir que se construyera ya», asegura.

Treinta años trabajando por los jubilados

Magdalena lleva en la entidad vecinal «desde el 77 o el 78». Durante su estancia en activo estuvo en el Club de Jubilados, desde la década de los 80. «Unos treinta años», recuerda con cierta nostalgia. Su marido, que falleció hace años, también colaboró de forma activa. Ella aún hoy se acerca de vez en cuando a echar una mano. Y aunque recuerda con nostalgia los años en que «los vecinos dejaban las puertas de sus casas abiertas», reconoce que la vida actual es más rica y fácil.

«Se ganó mucho con el Tercer Cinturón, con la Expo, el azud, las riberas y sobre todo con las nuevas salidas que se hicieron en el barrio», explica. «Antes, cuando yo era un chaval, pasaban muchos camiones por estas calles; yo he visto atascos por Compromiso de Caspe», recuerda Antonio, su hijo. «Y la calle San Adrián de Sasabe… eso fue el colmo del agradecimiento del barrio», añade con entusiasmo contenido Magdalena.

Con la expansión urbanística, Las Fuentes creció. La población aumentó y el barrio no quedó ajeno a la explosión demográfica que trajo la inmigración a Zaragoza. Sin embargo, la crudeza de la crisis ha hecho también mella en el distrito. «Aquí (en la Fundación El Tranvía) llegan niños a los que sus padres no pueden dar de desayunar», asegura Lourdes. Junto a un grupo de voluntarios que presta su tiempo y esfuerzo a la Fundación, se encarga del área infantil. Cuidan y juegan con los niños de las madres inmigrantes que acuden a hacer cursos, los llevan de colonias en verano, hacen excursiones a la piscina, al Parque de Atracciones…

«A mí me hace mucha gracia cuando sacan a los más pequeñines, que los llevan agarrados de una cuerda. Me salgo a la ventana para verlos pasar», dice Magdalena con una sonrisa. «Este trabajo te humaniza», confiesa Lourdes. Tanto la asociación de vecinos como la Fundación El Tranvía se han convertido con los años en dos centros de reunión donde los ciudadanos del barrio acuden a colaborar, pedir consejo o informarse. «Antes casi no se nos conocía, pero llevamos aquí muchos años trabajando. Y muchos más que seguiremos», confirma Magdalena con una mirada de esperanza y orgullo en los ojos.

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